agosto 09, 2009

Cuando las tías atacan

Mi baño
¡Ahh! Contemplad la belleza del paisaje. Esa rústica belleza que no fenece y que invita cálidamente al intestino grueso a hacer juguetones movimientos peristálticos para que uno finalmente puedo echarse un buen cake. Pensaba en esto mientras apretaba el fundillo y caminaba hacia él con un periódico doblado bajo el brazo y una pipa humeante en la boca.

Y es ahora que me quité los calcetines y que el aroma del éxito me embriaga, que esas imágenes de paz vienen a mí y me evaden del desagradable suceso que narraré a continuación:

En lo que al parecer es un acto de esnobismo de mi parte y en la medida en que lo permita el ojo del culo, evito ir a baños que no sean el mío. Y así, después de una larga jornada de trabajo, silbaba alegremente rumbo a casa con mi lonchera en mano cuando hicieron su aparición los hormigueos y el sudor frío (señal universal de que estás por cagarte) -¡Puta madre!- Pensé y apresuré el paso. Apenas me dio tiempo para cambiarme, buscar algo que leer e ir a la letrina. Y no es que sea alguien de rituales especiales, como darme golpecitos en las rodillas o hacer crucigramas. Yo simplemente leo, y puedo quedarme ahí un buen rato, generalmente hasta se me entumen las piernas y ya no las siento. Es entonces cuando gentilmente mi mano se dirige automáticamente hacia el rollo sanitario ó el hacia el osezno con el cual me limpiare el culo.


Decisiones... ¿esta vez será suavidad animal o vegetal?

Con tantos pensamientos en mente y creyendo que me encontraba solo, jamás recordé a la tía medio sorda que estaba de vacaciones y que había llegado un día anterior. Así que yo, con piernas flexionadas y en plena faena de acicalamiento de mi trasero, comencé a entrar en pánico cuando escuché pasos que se acercaban más y más. ¡Vergas! No había puesto seguro a la puerta y no alcanzaría a moverme lo suficientemente rápido con las piernas entumidas

-¡Está ocupado!- grité desesperado mientras la muy cínica giraba la perilla y abría la puerta.

Así que en resumidas cuentas, y dado que pasó en cuestión de segundos, la tía sorda vio a su sobrino en pelotas mientras este desesperadamente maldecía y se subía los pantalones.

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Moraleja: rodearé mis dominios con trampas para oso. Me protegerán de futuras intromisiones de tías y de la mamá oso que cada vez ronda más cerca en busca de su cría.

Por cierto, estos días me pasaron material inédito de la Trilogía del Señor de los Anillos con material inédito de Saurón.

- Soy el ojo de Saurón... ¡Y quiero mi anillo! BRRR BRRR


- ¡Frooodoo! come over here... y busca a la estilista

-... que necesito maquillaje...









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